El fin de la primaria

6/07/2008 11:35 PM
Poco recuerdo de la infancia, eso puede ser algo sintomático, quizá alguna ventana de mi diagnóstico de amnesia o algún tipo de negación. Pasé seis años de mi vida, de mi existencia en cerrado en un azar de preguntas sin respuesta, de desvarios ignorantes, de cualidades infantes. Pasé seis años de diversión inmemorables y extraviados. Hijo de una madre luchona y obsesiva e hijo de un padre trabajador y deslocalizado en sus andanzas treintañeras. A mis carencias materiales las vestí de aditamentos intelectuales y empecé a jugar llevando el juego de los demás a mi terreno. Obediente, sano y pulcro, cargaba mis años dentro de la mochila y del sweater y me lanzaba a mirar fuera de mí. Aún no sabía que existía el "mí". Me entusiasmó en andar preguntando a la maestra a mitad de la clase cuanta cosa se me ocurría y sobre todo cuanta cosa provocara que ella quedara mal parada, no quería demostrar que ponía atención sobrada sino que quería demostrar que siempre hay algo que aportar, no sabría sino hasta años después que eso hacía quedar mal paradas a las maestras ante un grupo que debe mantenerse cabizbajo. Sin darme cuenta me tocó andar en lo que se llamaba "la escolta" en la cual colocaban a los niños de mejores calificciones, pertenecer a dicha escolta representaba un honor para los padres. Para mí no. Sólo era un buen pretexto para no estar en clases mientras nos sacaban de ellas para ensayar los pasos. Recuerdo a un par de maestras pero no recuerdo qué carajos me enseñaron, recuerdo mi terrible salón de clases y lo recuerdo como el fondo de los rostros que solía mirar y mirar, entre ese mirar y mirar encontré un día a Ana, de quien me intrigó su rostro. Había algo que me hacía mirarla y mirarla al mismo tiempo que había otro algo que me hacía no permitir que ella se diera cuenta de ello. La miré por alrededor de dos años según malrecuerdo. Ella me miraba tambien pero en ese tiempo las niñas no hablablan con los niños sino que a lo más jugaban y reían juntos eventualmente. Simultáneamente y quizá un poco después encontré entre las multitudes a la hermosa Mariana, compañera de grupo de tremendos ojos verdes. ¿qué cosa es lo que ella tenia en los ojos? ¿porqué no eran como los de todos? ¿en verdad eran verdes? Miraba y miraba para descubrir el acertijo y sin percatarme me fue creciendo el entusiasmo de mirarla y mirarla, casi podría decir, sin recordarlo a ciencia cierta, que me entusiasmaba ir a la escuela porque vería a Mariana con esos ojos aceitunados y brillantes, con esa sonrisa carismática e increible.  Recuerdo algunas escenas de la primaria gracias a ella. No recuerdo los números, ni las letras, ni las tareas, ni los regaños, ni las boletas, ni las notas, sólo recuerdo que me gustaba mirar a Mariana y pasar cuando fuera posible lo más cerca de ella que el azar me permitiera.

No recuerdo la salida de la primaria,pero recuerdo la nostalgia de no continuar en esa escuela, recuerdo unas bancas en el recreo, un patio que en ese momento representaba toda la libertad que un ser humano pudiera alcanzar, recuerdo la hora de salida y las garnachas que se vendían, no siempre consumía pero las conocía todas, recuerdo las plantas, mi escuela parecía incrustada en lo que después supe se llamaba bosque, recuerdo a las niñas de "casa hogar", mujeres huerfanas, y no podía explicarme cómo un ser podría vivir así ...sin padres. ¡Un ser no podía existir si no tenía papás! Entre ellas recuerdo a Lulú (así debióhaber sido Gina en su infancia), quien tambien llegó a gustarme, ella no era violenta como todas las niñas de "casa hogar", compartí más con ella porque solíamos sacar los mejores promedios año con año. Entonces no sabía que sacar diez, después de los aplausos mutaría hacia una mala educación a los padres quienes se malacostumbrarían de ese hábito.

Salí de la primaria sin darme cuenta qué significaba pertenecer a una escuela, no recuerdo nada de lo que aprendí ahi. En los años posteriores dentro de la academía tampoco recordaría nada o casi nada de las respuestas que me habían vuelto merecedor de los diplomas otorgados a los mejores promedios en la primaria. Hoy simplemente recuerdo con más fuerza a Mariana. No sabría que la dejaría de ver por el resto de mi vida, no sabía tampoco que eso que ella me hacía sentir los teóricos y apologístas del ser le llamaban amor y le llamaban ilusión. Vendría el principio del fin de la infancia. Todo lo demás, no lo recuerdo.
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