M'Amore, camino andante

5 de septiembre de 2010, 5 de la mañana, César José, gran amigo de insoslayable altura llama a Judith y le informa que en cinco minutos llegará por nosotros.

Nos conocimos en Guanajuato en el carnaval del Cervantino. Ella fue convocada por su impulso de no quedarse atrás y yo convocado por el Llanero solitito. En ese tiempo estaba muy empapado de la trova, trabajaba los fines de semana y tocaba en eventos en solidaridad con los movimientos sociales del DF y aledaños.

Un mes estuvimos viviendo en la misma casa sin bien conocernos. Yo era un solitario trovador sin empleo y aún gozando de una beca universitria.

Al final del mes se armaron unas caravanas para varias partes de Oaxaca y Michoacán. En el mismo camión que me fui iba Judith.

Durante esa Caravana la conocí más. La pretendí más de cerca.

Regresamos a DF y me fui con ellos a la casa que los panchos villas prestaron a los organizadores del Cervantino Callejero. Ahí estuvimos masomenos una semana. Después invité a algunos venezolanos y peruanos a casa de mis papás para que ahí pernoctaran. Se quedaron algunos días. Se fueron llendo poco a poco. Se quedó Judith y comenzaron los problemas con mamá y con una de mis hermanas. Aguantamos poco, ellas aguantaron lo suficiente para que pudiera tomar un respiro y decirle a Judith nos vamos pero ya.

Habíamos conocido a Sergio y a Norma poco antes (justo los conocí en el cepelio de Alexis Benumea en agosto de 2005). Ellos nos ayudaron mucho. Sin ellos nos hubiera sido muy difícil sobrevivir.

Cuando salimos de casa de mis papás Sergio y compañía nos cobijaron. Su hermano y su cuñada, miembros del mismo colectivo Brújula Roja, nos dieron asilo en una de sus casas en la 201.

Me fui a buscar trabajo en una escuela medio patito que daba regularización a los chavos de prepa que querían entrar a la Universidad. Eso fue en 2007. Debía levantarme bien temprano para llegar a dar las clases. Judith se tenía que quedar solita en esa casa. Yo regresaba entusiasmado por ver a mi amore. Ella bajaba a abrirme el zahuán y me daba un abrazo. Me gustaba olerle y tocarla, sentir su espalda y sus labios.

No se qué vino primero, si me fui incorporando a Alter-Acción, si nos cambiamos de casa a Vertiz o si comenzó el tormento de "niños talento". Estuvimos asistiendo a un taller de creación colectiva a la Ollin Yoliztli, después armamos "ciudad sin sentido" y después me fui incorporando a la labor artística de Judith mediante la formación de Alter-Accion.

Fue en 2006 cuando publiqué en la revista internacional Synapse, aún creo que no conocía a Judith. Cuando gané el concurso de Gráfica Contemporánea con mi carnal el Yorch, creo que tampoco la había conocido. Pero me parece que ya estaba con ella cuando expuse en la Facultad de Química "Visiones Encontradas" y en el Amoxcalli "Tripie", eso fue en octubre de 2007.

Me parece que el primer evento a donde fuimos como Alter-Acción fue a Ecatepec donde bailamos Joropo recio en agosto de 2007. Para noviembre estábamos en Ixmiquilpan, Hidalgo, celebrando el aniversario de "La Parroquia".

De la 201 nos echaron un ton a Vertiz, el Manu fue esta vez quien nos cobijó. No recuerdo cuándo llegamos a Vertiz. En febrero de 2008 fue lo del taller de Ciudades de la Memoria, ahí conocimos a Adhara, a la Gaby y a otros amigos teatreros. Ese mismo febrero nos fuimos a Tacámbaro, Michoacán, a presentarnos como la Plataforma Artística Multidisciplinaria Alter-Acción.
Lo de "Niños Talento" fue en 2008. Cotidianamente me iba todos los fines de semana a tocar en lo que se llamó "La Trova Cósmica". Cada viernes, a veces desde el jueves, me iba a la chamba, a la bohemia, a la parranda. Judith desde aquél inicio fue a mi lado. Se chutaba los mismos repertorios cada semana. En diciembre de 2007, mientras estábamos en Michoacán o creo que en Guerrero, en Tierra Caliente, tuve que regresarme a DF sólo para dar un recital en "El Mesón de la Guitarra", después al día siguiente alzancé a mi amada en casa de Pie, en Michoacán, por allá por la Virgen de Acahuato. A ella no le gustaba separarse de mí. Nunca lo aceptó como tal, cuando yo le preguntaba ¿qué hay de malo en separarnos momentáneamente si la ocasión lo exige? ella respondía "claro que no hay nada de malo, yo no soy tan apegada, si tienes que ir a otro lado pues ve y ya, y yo igual", sin embargo toda vez que le propuse acciones como por ejemplo aceptar un viaje al que yo no pudiese ir o que ella se fuese primero y yo alcanzarla después, nunca aceptó. Siempre decía "vamos juntos".

Judith trabajó un rato en la Embajada de Venezuela y durante su estancia se fortaleció el vínculo que de por sí teníamos hacia Venezuela.

En esos meses pasamos por varias discusiones, varias aventuras, la primera computadora que usamos en común fue una que nos prestó Martha allá en la 201, después Mónica me prestó la suya por un buen rato. Nos peleábamos por usarla, judith no quería que yo estuviera tecleando hasta altas horas de la noche y yo de bruto en vez de correr a sus brazos prefería seguir tecleando. Muchas veces le dije "ya voy" y no iba, "ya te alcanzo" y no me paraba de la silla en al menos dos horas más, le decía "dame un minuto" y muchas como esas y ella quedaba rendida, dormida, esperándome en la cama. Pasó muchas veces. Mis escusas eran mis investigacione en internet para apreder otros softwares, descargar música, crear páginas web, en fin, herramientas que sinceramente más de una vez nos dieron de comer (en ese momento ella no sabía a ciencia cierta lo que se podía hacer con el internet), además hice muchas cosas que siempre quise hacer en la computadora, como compilar mis canciones, es decir, las canciones de mi autoría, transcribirlas, grabarlas, armar mis creaciones digitales en diseño y fotografía, transcribir mis poemas, y otras manías nocturnas.

Cuando me sumé a "Niños Talento" Judith de nuevo se quedaba sola, me refería algunos miedos no plenamente confesados y yo pensaba que era una exagerada, me iba todo el día y no reflexionaba que ella estaba en la Doctores totalmente sola.

César llegó y yo me sentía un poco ebrio, no quería pensar que se iba. Algunos amigos que vinieron a despedirla la noche anterior, me ayudaron a bajar las maletas, cuatro maletas bien grandes. Ellos se quedaron en nuestro depa y Judith y yo subimos al auto de Rita con César al volante.

Para finales de 2008 nos fuimos a Venezuela. Por fin conocí a su familia.
Fue en esas o un poco antes que vivimos en Vertiz frente a otra pareja que habíéndonos aceptado recíprocamente, terminamos enfadados mútuamente.

Así se acabó mi ciclo en "La Trova Cósmica". Varios años conociendo la ciudad de noche, cuando se vuelve muy otra mujer. En esos cabarets, restaurantes, cafés, peñas, mesones, cantinas y otros antros, conocí a varias personas muy interesantes que nos frecuentaban siguiendono fin a fin y a algunas de ellas me las reencontraría años más tarde.

Fue durante 2008 que pude exponer mis fotografías en la Embajada de la República Bolivariana de Venezuela en México. Judith me apoyó en todo momento. Sin su ayuda no hubiera sido posible dicho evento.

Recuerdo las promesas incumplidas, y las recuerdo con tanta fuerza que me avergüenzo de mí, de mi falta de palabra. Ponerle pepinos en rodajas en sus hermosos ojos. Hacerle unos hot cakes, lavar el baño, titularme. Cada idea incumplida me persigue feroz, me rodea, me carcome.

Recuerdo que pensaba que ella exageraba cuando me decía, muy al inicio, que no quería quedarse sola en casa. La dejé sola tantas veces al ir al trabajo y algunas veces al irme de farra. Ahora esta soledad me atemoriza, estoy siscado, las sombras me asustan, los rincones me ofrecen fantasmas. Me siento una mierda al haberla dejado sola en una ciudad como esta, sin su gente, sin sus amigos de tantos años. Esta soledad hoy me genera miedo de regresar a la casa, cada día quisiéra no llegar. No pensar demasiado he procurado.

Recuerdo todas las veces que la critiqué, soy un estúpido. Hoy sólo quisiéra que ella estuviera aquí. Sus arepas, su huevo con cebolla, su omelette, su café mañanero, su voz. Su presencia. Su aroma, su sonrisa, sus caricias léxicas, su vientre y su piel suave.

Escuchar al camotero aún me hace voltear al lado para decir "¡more!, ¿quieres un camote?", agachar la cabeza y reflexionar "ya no está". Revisar la cocina y ver todos los produtos que copramos juntos pensando en colectivo, en guisar, en cenar, en compartir. Pero ahí están los pinches productos, el aceite de ajonjolí, el kilo de arroz, las gelatinas y los atoles en polvo, los tés, los trastes ahora grandes, y ella no está.

No quiero estar aquí.

Alejandro Marín

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