La magia que usted posee

Siempre seremos aprendices de brujo, la magia se crea, no se consigue en los libros, ni en los aquelarres.

Esto que te sucede le pasó a quien buscó árduamente el bellocino de oro, la piedra filosofal, el frijol del que salía un árbol que llegaba al cielo, a quien incansable buscaba frente y tras de sí, a las alquimistas irredentas, a las poetas inconclusas, a Hypatia, a Sor Juana, a Rosario, a Alfonsina, a Ana María Cecilia Sofía Kaloyeropulu...

Pero también le pasó a otras mujeres insumisas como la Revolución Rusa, la Revolución China, la Revolución Española, mujeres colectivas cuasi continentales.

Le pasó a las pioneras también, Flora Tristán, Louise Michel, Carolina Muzilli, Juana Rouco Buela. A las internacionalistas Rosa Luxemburgo, Clara Zetkin. A las rebeldes, Carmela Jeria, Lucrecia Toriz, Amelia Robles, María Cano. A las rojas, Natalia Sedova, Pen Pi Lan, Mina Etchebéhère. A las indómitas, Nadezhda Joffe, Edith Bone.
Pero siempre se invocaron a sí mismas, anacrónicas y perennes, incluyendo en sus invocaciones a sus prójimas colectividades pese a que éstas no siempre lo percataran.

La magia que usted posee, oh Georgina Mariutka, es como la de aquellas. Parece que está sola, extinguiéndose, pero eso es falso. Su chistera, cual caja de pandora, mantiene sus mejores secretos para luego, el chiste es leer el sol y sembrar los momentos para florecer su magia, cuando la pósima se esté secando, cuando la escasez de agua de sonrisas apriete, siembre mujer, riegue la palabra por doquier cual diente de león.

Prepare una infusión de anís estrella con estevia, antes del café con cardamomo. Respire tulipanes y miel de agave, báñese de resolana, úntese crema de almendras y beba agua de fresa. Cuelgue en la puerta el día anterior, dóblelo si es necesario y escriba horizontes en el aire, en la pared. Encontrará las arterias que nos unen.

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