Niña de ciudad

Pero el momento de hacer en el tiempo te da tu lugar. Niña de adultos berrinches, de insolentes y sensatas represiones de sí misma. De deshoras de trabajo que sacrifican el ir a jugar con los tuyos.
Amante inconclusa, en deuda nos dejas las palabras que no has dicho. Desesperada de que llegue cantando la lluvia ante el amanecer que propones. Niña de ciudad, de paleta de colores y de canasta de sabores con los que pintas y das aroma a las cerezas de la certeza, a las uvas de la ira, a los higos del desaliento, a los dátiles lumpen, a los coitos de grito y juventud, a las viejas fotos que les gusta saberte entera.
Todos te recordamos, te nombramos en cada puño de tierra, en cada trago, en cada bocado seco. En cada esquina insolada que espera por su amante, el dilúculo que sin anunciarse la habita a plenitud.

Niña del campo de batalla, esa tensa calma guerrillera, ese andar veredeando entre escaleras, vecindades y fantasmas.
Bombas de aire caliente llenan el mediodía. La ciudad te hierve en la sangre cuando te colma de sí. Airosa, la muchedumbre se desdice de su quehacer político. Tú decides masticar café y seguir leyendo sobre las bombas de neutrones, las invasiones a Corea del Norte, a China, a Siria, a Venezuela, a Estados Unidos. Las migraciones de hambre, de destierro.

Y no terminas de entender que haces tan bella queriendo ser la que no fuiste, tan cumplida, bienpariendo, sonriente de aguamiel con un atuendo de plenitud en una lucha que no termina, en tus pasos que vuelan aunque pienses que caminan.

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