Inventé la felicidad
A partir de Pierre Menard, autor del Quijote (El jardín de senderos que se bifurcan, 1941; Ficciones, 1944) de Borges, sabemos que transgeneracionalmente es posible escribir homofácticas historias sin que sean las mismas. Cada nueva generación descubre el agua tibia, se maravilla de la cultura china, de la grandeza patrimonial de sudamérica, se compromete con la defensa de los derechos indígenas, acaso sospechando que nunca nadie lo hizo atrás, o no de senda manera. Nos equivocamos de la misma forma, nos matamos en los mismos campos de batalla, con el mismo ahínco ajeno y estúpido con que lo hicieron las abuelas, con el mismo amor sembramos abrazos como lo hicieron los abuelos, y a estas prácticas que rediseñamos del mismo modo, con el mismo resultado con el que lo hicieron nuestros anticuados predecesores. Innovamos en el arte, tal como el homo erectus innovó sin llamarle de tal forma, pero sintiendo exactamente la misma intrascendentes cotidiana.